La
economía de América Latina y el Caribe deberá cerrar el año 2016 con un
retroceso de 0.3%, arrastrada por el mal desempeño del gigante sudamericano,
Brasil, de acuerdo con las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Esta previsión para
América Latina y el Caribe representa una revisión en fuerte baja de 1.1 punto
porcentual con relación a las proyecciones del FMI en octubre pasado, cuando
señalaba una recuperación de 0.8%. Para 2017, el FMI espera para la región un
crecimiento de 1.6%. Según los técnicos
del FMI, la economía brasileña terminará el año 2016 con una marcada caída de
3.5%, después de haber exhibido en 2015 un retroceso de 3.8%. Recién en 2017,
el gigante sudamericano podrá terminar estable, con crecimiento cero.
De esta forma, al
actualizar el FMI los números de su Perspectiva Mundial con relación a los
datos divulgados en octubre pasado, Brasil pasó a tener la más severa revisión
a la baja entre las economías emergentes y las latinoamericanas, con una
reducción de nada menos que 2.5 puntos porcentuales.
En octubre, el FMI
había estimado que Brasil terminaría 2016 con baja de 1%, pero los fundamentos
empeoraron y la entidad financiera introdujo su drástica revisión a la baja.
Al analizar el caso
brasileño, el FMI estimó que la recesión brasileña, "causada por la
incertidumbre política en medio de las secuelas" de las investigaciones
sobre denuncias de corrupción en la estatal Petrobras, "está demostrando
ser más profunda y prolongada de lo esperado".
El economista-jefe
del FMI, Maurice Obstfeldt, dijo que sería positivo que el resultado de esta
situación fuera "que se apreciara la necesidad de Brasil de mejorar la
gobernanza". La corrupción y los problemas políticos, añadió Obstfeld,
"han socavado la confianza como lo ha hecho el deterioro continuo de las
perspectivas presupuestarias, lo que está minando la confianza y provocando
mayor depreciación (del real), mayor inflación", añadió.
El peso específico de Brasil en ese
escenario contribuye a lastrar las expectativas de crecimiento en toda la
región, señaló el FMI. "La proyección actual apunta a que el PIB agregado de América
Latina y el Caribe se contraerá también en 2016, aunque a una tasa más baja que
en 2015, a pesar del crecimiento positivo en la mayoría de los países de la
región. Esto refleja la recesión de Brasil y otros países en dificultades
económicas", apuntó.
En el caso de México,
el FMI formuló una previsión de crecimiento de 2,6% para este año, levemente
por encima del 2.5% calculado para 2015, pero por debajo del 2.8% que había
expresado en octubre (una revisión a la baja de 0.2 punto porcentual).
Para 2017, el FMI
prevé un crecimiento mexicano de 2.9%, pero también por debajo del 3.1% que
había pronosticado en octubre.
En su informe, la
entidad pronostica una "mejora gradual" en las tasas de crecimiento
de los países que "están experimentando tensiones económicas", y
mencionó los casos de Brasil, Rusia y algunos estados de Medio Oriente.
Sin embargo, apuntó
que "incluso esa recuperación parcial proyectada podría verse frustrada
por nuevos shocks económicos o políticos".
Las economías
latinoamericanas de perfil exportador de commodities también podrían sufrir el
impacto de la desaceleración en China, país que cerró 2016 con crecimiento de
6.9%, el el menor nivel en un cuarto de siglo.
De acuerdo con el
FMI, la "desaceleración y el reequilibrio gradual" de la economía
China, segunda mayor economía del mundo, es una de las "transiciones
críticas" en el escenario actual.
La súbita reducción
de las importaciones y las exportaciones chinas pone más presión todavía sobre
un mercado mundial de commodities ya deprimido, y con ello afecta directamente
a los exportadores de numerosos países, muy en especial a Australia y Brasil.
Brasil, primera economía de América
Latina, lucha desde hace cinco años contra una desaceleración económica que se
convirtió en crisis en 2015.
El gigante
sudamericano entró en recesión en el segundo trimestre, lo que redujo su
capacidad de ahorro y lo condujo a bajar cinco veces en el año su meta
presupuestaria, que pasó de un superávit de 1.2% del PIB a un déficit que
podría llegar a 2%, es decir, de unos 31,000 millones de dólares.
La inflación
brasileña en 2015 alcanzó 10.67%, su nivel más alto desde 2002, muy por encima
de la meta del gobierno de 4.5%. En 2014, el país ya había terminado con una
inflación de 6.41%.
El país está
igualmente sacudido por un 'tsunami' de revelaciones sobre un megaescándalo de
corrupción en torno a la compañía petrolera estatal Petrobras, que desató una
profunda crisis política.
En ese escenario, la
presidenta Dilma Rousseff enfrenta la amenaza de un proceso de destitución
impulsado por la oposición.
En un reciente encuentro
con periodistas, Rousseff dijo que el mayor error cometido por su gobierno fue
no percibir la amplitud de la crisis.
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